Dear Doc.

Me asusta haber vuelto a pasar una mala noche. Tengo un miedo terrible a que las pesadillas vuelvan a acudir a mí de ahora en adelante pues, ni tan siquiera la teoría del míster Hearne y las valerianas me ayudan a borrar esas caras de mi cabeza. Las distorsionan, ensombrecen y las tornan más agresivas.  Ahora tengo una vida y me aterra que esos sueños la vuelvan cenizas. Quiero seguir viviendo sin pensar en nada más y, a ser posible, me gustaría que el mundo me empezara a tratar como a una adulta y no como a la niña frágil a la que una vez pisotearon y dejaron echa pedazos en el arcén. 

Él dice que tengo que soltarlo, que no tengo que reprimir mis emociones como llevo haciendo toda mi vida. Los tiempos han cambiado. Dice una y otra vez que tengo que hablar con las personas pero ¿sabes? Si ellos no quieren escuchar la verdad, si no quieren entender, no tengo por qué malgastar saliva. No quiero sentirme así, no quiero recordar a esas personas, su forma de atravesarme el alma cuando más débil estaba y la manera en que me dejaron caer en un profundo pozo de oscuridad. No tengo por qué seguir pensando que las personas pueden cambiar pues, a mis 21 años se que no es cierto. Y perdóneme usted que siga sin creer en la magia de la psicología y el dialogo pues, escuchar el sonido de mi voz no implica que los demás puedan llegar a entender el mismo idioma que empleo.